Las habilidades sociales y comunicativas, la inteligencia emocional y el trabajo en equipo son, hoy en día, las destrezas más demandadas en el mundo laboral. Es por eso que, poco a poco, se han ido incorporando a la escuela metodologías y acciones que conducen al desarrollo de esas habilidades.
El trabajo cooperativo y las metodologías activas irrumpieron en la escena educativa española al menos 20 años. El proceso de implementación en las escuelas ha sido lento, pero, poco a poco, se ha ido afianzando. La transformación desde una enseñanza tradicional hacia un aprendizaje más dinámico responde a la necesidad de adaptación. Ser competente en el mundo de hoy requiere capacidades diferentes a las que se exigían en un entorno menos globalizado.
En ese cambio de paradigma educativo, cooperar se ha convertido en el eje vertebrador de gran parte de las actividades. Y eso, además de ser un entrenamiento efectivo en sí mismo, conlleva otros beneficios. El trabajo en equipo requiere el desarrollo de estrategias sociales y de gestión de la autonomía personal en el grupo. Es complicado trabajar con otros, sin saber trabajar individualmente. Todo ello conlleva el desarrollo de una inteligencia no exclusivamente académica: la inteligencia emocional.
Inteligencia emocional y trabajo en equipo, aliados del cambio
El éxito o el fracaso en la vida es una noción que históricamente ha estado vinculada a la capacidad cognitiva intelectual, sin que haya realmente una relación directa.
El gran teórico de la Inteligencia Emocional, el psicólogo estadounidense Daniel Goleman, hizo patente la necesidad de ir más allá de lo puramente académico para lograr un buen desempeño en la vida. Porque está probado que un elevado coeficiente intelectual no es sinónimo de felicidad ni de triunfo.
Nuestras emociones nos controlan con frecuencia. En la vida, tomamos muchas decisiones de forma irracional. Generalmente, elegimos una pareja por lo que nos dicta el corazón, incluso decidimos tener hijos porque nos lo indica “el reloj biológico”. Por eso es esencial saber ponerle nombre a todos esos sentimientos que nos impulsan a actuar.
La inteligencia emocional se trabaja mediante una educación emocional que, en muchos casos, se vincula al trabajo en equipo. Porque conocernos a nosotros mismos no consiste solo en el autoanálisis, sino también en vernos a través de los ojos de los demás.
Los mismos pilares en los que se sustenta el aprendizaje cooperativo llevan implícitos una educación emocional. Repasemos y contrastemos algunos de ellos.
La interdependencia positiva como principio cooperativo
El trabajo en equipo debe conducir a una mejora del desempeño colectivo e individual. Tal y como afirma la bióloga Elisabet Sahtouris, la cooperación es una habilidad para la supervivencia. Pone como ejemplo ecosistemas maduros, como las praderas y los bosques fluviales, que evolucionan cuando hay más cooperación que competencia hostil.
Para lograr esta interdependencia positiva, el individuo debe practicar el autocontrol emocional o autorregulación. Éste permite dominar la impulsividad que producen sentimientos o emociones tanto negativas como positivas, y que interfiere en las relaciones interpersonales.
Es importante, por tanto, llegar al trabajo en equipo con un autoconocimiento emocional que debe fomentarse en el aula de forma previa y simultánea.
La responsabilidad individual
No existe crecimiento de equipo si los individuos no asumen plenamente sus responsabilidades. En este punto es esencial la automotivación, saber enfocar nuestras metas para mantener el entusiasmo a pesar de los obstáculos. La autonegociación forma parte de esas responsabilidad y automotivación, ya que es imprescindible saber ceder ante determinadas metas de otros sin abandonar y perder la motivación. La capacidad de reconocer y asimilar como nuestros objetivos ajenos cuando sea necesario, también es indispensable.
Habilidades interpersonales y de grupos pequeños
Una de las destrezas basicas para el manejo de las relaciones interpersonales es el reconocimiento de las emociones de los demás o empatía.
Ser capaces de interpretar de forma certera las emociones ajenas pasa por una comprensión inconsciente de todas las señales no verbales que percibimos en el otro. Solo cuando esa interpretación es adecuada podemos establecer comunicación con el prójimo.
La detección de dichas señales se hace, con frecuencia, de forma natural, pero también es necesario y recomendable tratar a fondo en el aula el tema de la comunicación en todos sus ámbitos. Muchas veces damos por hecho que el niño o niña va a saber interpretar las señales y signos, cuando con un entrenamiento podemos mejorar significativamente su integración en los equipos.
La inteligencia emocional y el trabajo en equipo están estrechamente vinculados
Sin duda, la inteligencia emocional y el trabajo en equipo están estrechamente vinculados y se nutren mutuamente. Por ello, es importante tener siempre en mente la necesidad de un momento de reflexión final que alimente el proceso educativo emocional.