Cómo controlar los berrinches

Los berrinches son “una irritación grande que se manifiesta ostensiblemente” (RAE), y que suele acompañarse de llanto, gritos y agitación. Suelen producirse a partir de los 18 meses y remitir a los tres o cuatro años.

No todos los niños experimentan esas explosiones emocionales, porque, además del entorno y la educación, la personalidad es un factor determinante. Pero, ¿por qué se producen los berrinches y qué información nos dan sobre nuestro niño o niña?

Es importante entender que el cerebro inicia un proceso de transformación desde el momento mismo en que el bebé nace. Ese cambio y maduración permitirán que el pequeño vaya adaptándose al entorno y adquiera las habilidades necesarias para la supervivencia.

Una de las sensaciones que el pequeño o pequeña empieza a querer gestionar a partir del año es la frustración. El temperamento influye notablemente en el modo de manejar diversas situaciones, pero la guía educativa y el ejemplo que proporcione el entorno serán lo que conforme realmente el carácter. Los berrinches son un modo, como cualquier otro, de intentar resolver ese sentimiento de frustración. Sin embargo, es evidente que es una forma poco fructuosa y que no es un comportamiento que pueda reportar al niño o niña beneficios futuros.

Los berrinches son una mala estrategia vital

Como ya hemos dicho antes, el cerebro del infante inicia su evolución desde el momento mismo de nacer. La neuroplasticidad es una de sus características más destacadas, y la que permite el aprendizaje. Gracias a ella, se crean nuevas conexiones y adaptaciones plásticas que facilitan la adecuación del comportamiento y la aplicación de estrategias cada vez más refinadas.

Imaginemos a un adulto enfrentándose a su frustración dando el bochornoso espectáculo de un berrinche.  Lo que a la tierna edad de 2 años puede comprenderse como normal, sería percibido como un signo de desequilibrio si sucede en la edad adulta. Por eso los berrinches, son una mala estrategia vital y deben ser reconducidos porque, si bien no suelen permanecer tal cual, si derivan en actitudes perjudiciales a largo plazo.

Aprender a manejar la frustración

Lo más importante a la hora de gestionar los berrinches es saber hacerlo sin que nosotros mismos nos emberrinchemos. Así que nos toca mantener la calma, para que el pequeño o la pequeña vaya aprendiendo, poco a poco, que ese no es el modo de hacer las cosas.

Es imprescindible mostrar nuestro descontento ante su actuación, pero sin generar ningún tipo de violencia. Se le puede hacer saber que lo que está haciendo no nos gusta con un tono asertivo pero calmado. Aunque el resultado no es inmediato. Como ya hablamos en otro de nuestros artículos (Educar adolescentes sin perder la calma), hay que saber esperar. Cualquier acción educativa requiere un tiempo para dar sus frutos y debe ser constante y coherente.

La cuestión es que, si el niño o niña ve que su madre o su padre permanece en calma pero firme ante tu propia frustración, aprenderá que ese es el modo de hacerlo.

Entonces, ¿qué hay que hacer para lidiar con los berrinches?

Lo primero, mantener la calma. Si ocurre en un lugar concurrido, es importante apartarse con el niño a un espacio aislado. Solo tu sabes como manejar a tu hijo y las interferencias ajenas solo generaran confusión en el pequeño o pequeña.

Lo siguiente es darle al niño o niña el tiempo necesario para que se calme. La prisa y el nerviosismo vuelven a ser nuestros enemigos. Habrá que permanecer inalterables, impasibles pero firmes en nuestra manera de trasmitir que eso no nos gusta, hasta que el berrinche desaparezca.

Cuando al fin pasa la tormenta, hay que dar otro poco de tiempo a la transición hacia un estado de tranquilidad. Aunque cesen las formas externas del berrinche, la emoción sigue una inercia y necesita un tiempo de frenado.

Finalmente, es imprescindible hablar con el niño o niña. No importa lo pequeño o pequeña que sea, hay que enseñarles a etiquetar sus sentimientos porque, solo así, serán capaces de comunicarse, de expresarse sin exaltación. También es imprescindible explicarle por qué su actitud no ha sido la adecuada y darle claves sencillas de lo que se espera de él o ella.

Educar la inteligencia emocional

Como siempre, no hay mejor solución que la prevención. Por eso, la educación emocional debe ser una acción temprana que se puede realizar desde que son muy pequeños.  

En esta edad, todo lo visual les resulta de ayuda, así que para enseñarles a entenderse a sí mismos, podemos usar fotos o dibujos que puedan señalar para expresarse. Uno de nuestros recursos favoritos es el Emocionario, un libro de la Editorial Palabras Aladas que describe, con sencillez, cuarenta y dos estados emocionales para aprender a identificarlos, pero hay innumerables publicaciones preparadas para ese propósito.

Visita nuestro blog «Escuela de Padres»

Escuela de Padres del Colegio Rodríguez Alberto